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jueves, 12 de agosto de 2010

Cronica del Camino de Santiago

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Autor David Torrijo Lozano

Como lo prometido es deuda, ahí va la crónica de nuestro “destalentado” Camino de Santiago.

La vida es un álbum de imágenes, pero solo el Camino vale para rellenar una gran parte de este álbum.

El primer paso consistía en preparar todo lo posible el itinerario, pero esto es como todo, cuando todo crees que lo tienes matizado, empiezan a surgir las dudas, problemas…, y luego después de todo esto, decidimos no llevar nada planeado, y según nos encontrásemos, decidir.

La salida, como dicen los buenos peregrinos surge de la casa de uno, pues así fue a las 06:45 Salí de mi casa con todo cargado y preparado. Hay estaba “Pequeñín” esperando. Me subo a la bici y pruebo a andar con las alforjas, y es la leche, le cuesta girar a la bici, y hay que mantener la inercia todo lo que se pueda.

A las 07:00 en el Pilar para la foto de rigor y despedirnos de Zaragoza.

Y “zasca” la primera en la frente, llegamos a Utebo (solo 15 Km,) va y Peque pincha, y además de atrás, lo que complica la maniobra, proseguimos siempre adelante, llegamos a Gallur, almuerzo de rigor, medio bocata más Acuarius, en el bar “el Colonial”, desde allí cogimos el canal y pasamos de entrar en Mallén, nuestro objetivo salir del camino del Ebro lo más rápido posible. A la hora de comer llegamos a Tudela, comemos en el bar “Babel”, buen servicio y buen manjar. Después la tónica de todos los días: al parque a dormir la siesta, como buenos pobres peregrinos, y planear el sitio para dormir, o en Tudela o 25 km más hasta Alfaro. Pues ya sabéis cual fue la decisión, Alfaro, por cierto un pueblo muy curioso, con una bonita colegiata de ladrillo con muchísimas cigüeñas, como la película los pájaros. Nos pasamos por la oficina de turismo, en la que nos dieron la llave del albergue de peregrinos, un pequeño chalecico cerca de la policía local, cerca de un parquecico, tope cuco, y además para nosotros solos.

Conclusión, 110 Km, mucho sol, pero el objetivo se estaba cumpliendo, mañana ya estaríamos en el camino “Francés”.

La siguiente etapa, fue en mi opinión la más fea, pues desde Alfaro hasta Logroño seguimos por la carretera Nacional, ya que tuvimos un problema con el track y no nos fiamos de las dichosas flechas amarillas, y vistas las rampas que se planteaban desde Calahorra, confirmamos nuestra intención, y así seguimos hasta Agoncillo a pocos kilómetros de Logroño, previas jarras de cerveza en un bar de conocido nombre para todos nosotros, comimos en un restaurante de franquicia Krunch (muy conocido en el norte), después como indigentes en el parque, a dormir la siesta, y la duda diaria, “¿ande dormimos, tiramos para adelante?”

Pues hasta Nájera, otros 25 km con una salida muy bonita por el parque de la Grajera, y la posterior subida, que ni Cobrety podría con ella. Y así llegamos a Najera, donde comenzamos a conocer a bastante gente que coincidimos a lo largo de todo el Camino.

Primero y el que más merito tenía era el “Superpapá”, un padre con su hijo de dos años, en un carrito detrás de la bici que salió de cerca de Jaca. Los “Astana” un grupo de espeleología de Cantabria con un maillot muy parecido al susodicho equipo. Don “Giovanni”, un italiano simpaticón. El “Chaman”, un tipo que tenía prisa por llegar. Sus “Adláteres”, dos a los que “engañó” el Chaman, para que los acompañase. El “otro”, un gallego de lo más simpático. Y estos solo los que iban en bici, por que los pedestres eran innumerables e irrecordables, salvo raras excepciones, eso si muchos franceses y alemanes, y también japoneses y coreanos, pero desde Galicia muchos más españoles.

Para la siguiente etapa nos pusimos como objetivo llegar a Burgos, y a eso nos pusimos, salimos de Nájera y otro repecho, así subiendo y bajando llegamos a Santo Domingo de la Calzada. Allí nos encontramos con el “Chaman” el cual nos invito “a que desayunáramos” otra vez, pero tenía truco, pues el caradura después de salir dijo que como tenía prisa y que íbamos muy bien en llano, y que si no nos importaba, se quedaba a rueda. Pues así hasta llegar a Villanueva de Montes de Oca en la cual empezaba uno de los puertos importantes: la Predaja, y se marcho el Chaman y los “Adláteres”; decidimos hacerlo por la carretera pues había que cuidar las alforjas, que con los baches sufren mucho. Pasado el puerto y el tránsito por los montes de Oca llegamos cerca de Atapuerca y a comer, siesta correspondiente. Y cambio en el viento, una gozada, llegar a Burgos con una media por encima de treinta por hora, con viento a favor, por supuesto. Llegamos y fotos de rigor en la catedral, en la puerta antigua y en la estatua del Cid, y un nuevo desafío, la ruta del Cid, que empieza en Vivar y acaba en Valencia. Buscamos albergue detrás de la catedral, por cierto de los mejores del Camino, nuevo y con unos hospitaleros muy majos y cachondos, contándonos anécdotas vividas en sus innumerables Caminos.

Burgos cumplió con sus dos estaciones, vamos un buen fresquete al salir, y luego el llano “castellano”, vamos subidas y bajadas durante 50 km coronadas por la subida después de Castrojeriz, Mestolares, 800 metros de subida y un desnivel de más de 100 metros, la cuesta del IVA, tramos por encima del 18%. Después la bajada, que telita, sobre todo visto desde fuera, pues iba yo delante y pasé a un peregrino pedestre que al ver como bajaba yo y luego ver que venía “Pequeñín” se lanzo al ribazo para asegurar su vida. Después llano hasta cruzar el Pisuerga, y hay a “Pequeñín” parecía que le hubieran echado gasolina en donde la espalda pierde su nombre, ¡DIOS! Como corrió hasta Fromista, 30 km en menos de una hora, yo detrás con el “gancho”; creo, por que no lo puedo asegurar, que pasamos por la vereda del Canal de Castilla, a tal velocidad lo vi todo borroso; ¡y decía que tenía hambre! Ya en Fromista, con los correspondientes sellos, fuimos a comer a un restaurante que nos recomendaron, aparcamos la bicis sin amarrarlas a ningún sitio, y como la cocina del sitio no estaba abierta decidimos tomarnos unas “gordas”, y el dueño nos dijo que no nos preocupásemos por las bicis, que no las robaría nadie en ese es pueblo; luego lo comprendí cuando entró el resto de la familia del “Eleuterio Sánchez”. Esperamos un rato disfrutando de un “verde” pues coincidimos comiendo con el “Astana” y con el “Otro”. Desde allí hasta Carrión de los Condes, 20 km que fuimos muy, muy rápido, este día “Pequeñín” no sé lo que se tomó pero daba miedo ir a rueda; pero una pequeña cuestecita y lo cogimos todos. Buscamos albergue y encontramos uno que vino de vicio, pues tenía un patio interior, que usamos para limpieza y mantenimiento, y la imagen me recordaba a las noches del Paris-Dakar, con los mecánicos con frontales, pues aproveche a cambiar la cubierta que la llevaba desgastada a punto de “petar” por los laterales.

El día siguiente salimos al amanecer, y se nos unió Giovani (cenamos junto con los Astana, el Otro y el simpático italiano), y al fin, por fin llano. Le dije a “pequeñín” que me dejara tirar a mí, que si no me reventaría. Pues a esas nos pusimos, y os puede asegurar que fuimos muy rápido, tanto que Giovanni nos duró solo media hora. Los pueblos pasaban muy rápido, hasta que llegamos a Sahagún, y ¡menuda barrita que nos metimos!, sendos bocatas de tortilla de patata. Y así hasta al infinito, vamos 100 km en menos de 5 horas con los bocatas incluidos. Comimos en León después de las fotos en la Catedral, donde nos encontramos con un Astana que había abierto la llanta como si lo hubiera hecho con un abrelatas, y lo habían acercado en coche hasta León. Siesta de rigor en las riberas de Bernesga, como buenos indigentes, y nos dimos cuenta de que esa tarde haría calor, pero que mucho calor. Así que esperamos un rato más, y decimos adelantarnos hasta Astorga, todo llano. La salida de León fue un caos, además decidimos ir por la carretera, sumado con el calor, paramos en Hospital de Órbigo, a 18 de Astorga un bonito pueblo con cierto encanto y donde descubrimos albergues donde la preferencia la teníamos los ciclistas.

Al día siguiente amaneció como es de costumbre un pelín más tarde, pues no vamos acercando a poniente, y un pelín más fresco. Llegamos a Astorga sin novedad, y ya desde allí poco a poco a subir, despacico, que esta es la cumbre del camino en la península sin contar Somport, con más de 1500 metros. Poco a poco, que luego quedaba más día, llegamos al final, fotos de rigor. Si alguno que vino al Moncayo, se acordará que cogí tres piedras en la altura de 1850 m, pues hay deje esas tres piedras, la costumbre dice que en la Cruz de Hierro hay que dejar una piedra de donde es uno pues simboliza que dejas atrás todos tu pecados, simbología cristiana aparte, como todos sabéis de geografía, este alto está y cerca del Teleno (2200m), primo pequeño del Moncayo, y como símbolo de unión de los dos montes, ya que el camino iba de eso de “hermanar”. Pues nada, después de subir ya sabéis lo que toca, ¡bajar! y esta es la bajada con mayúsculas, bajamos por la carretera por las razones de antes y por seguridad. A mitad de bajada, con los frenos para señalar ganaderías, y con hambre, ¡cómo no!, pues bocata al canto, y puñalada también al canto 12 euros dos bocatas más dos Coca-Colas, esto empieza a oler a Galicia, no por el paisaje sino por lo comercial que se vuelve el camino. Seguimos por la carretera, en total más de 1000 metros de desnivelen 10 km. Llegamos a Ponferrada con la correspondiente comida, pero hay que reconocer que no fuimos leales a la filosofía del grupo, una ensalada de frutitas, kiwi, piña, melocotón, manzana aderezadas con unas pequeñas hojas de lechuga cortadas a la juliana, vamos tope chic, que parecíamos unas modelos. Y por fin después de muchos días, en una terraza. Como siempre decidimos continuar, hasta donde, pues no lo sabíamos, eso si hasta quedarnos cerca de el Cebreiro, el otro gran alto que nos quedaba en el camino. Tuvimos una suerte bárbara pues encontramos un albergue sin nadie en Vega de Valcárcel, hasta donde llegue yo con el gancho, pues desde Villafranca del Bierzo, me encontré muy mal. La chica del restaurante se asustó de lo que comimos, parecía que le íbamos a vaciar el restaurante, hasta nos regalo unos chupa-chus.

Mañana de nubes, húmeda, y preparados para la gran subida. El Cebreiro es el que marca la entrada en Galicia, y subiendo nos equivocaron, pues nos dijeron que debíamos subir por la carretera hasta el desvío de Laguna del Castilla, el cual ni existía, pero nada estábamos como para bajar cuando nos dimos cuenta. Carretera con unos porcentajes no muy altos, pero continuos, nos presentamos en Galicia entre niebla y fresco. Creyéndome yo en lo más alto de toda Galicia, y empezando a bajar un poquito, ¡zasca!, la subidica al Pollo, y ahora sí, bajada hasta Triacastela, larga, tendida, y por la carretera llegando a velocidades de 70 por hora en una recta. Sube-baja hasta Samos, lugar muy bonito por cierto. Almorzamos sendos bocatas y continuamos, y ahí vino la frase de "Pequeñin” que dijo que Galicia era llana. Las narices; sube baja hasta Sarria, después de Sarria llegamos a una subida más, bajada, subida,… hasta llegar a Portomarín, donde llegamos a las 15:00, y a partir de aquí no me gusto nada el ambiente del Camino, otro turista más, la gente se cree que por tener un papel, (la Compostela, los cien últimos km a píe) eres un peregrino de la leche, pero os lo pido que si no estáis cojos, o no tenéis tiempo, hacerlo desde más lejos. Llegamos reventados, pedimos en cuatro albergues pero como tenían preferencia los peregrinos a pie hasta las 20:00 no teníamos sitio en ningún sitio. Comimos rápido y con mala leche. Pensamos seguir para adelante, descansamos un rato esperándonos lo peor, y justo antes de salir del pueblo vimos un albergue y probamos suerte. ¡Y si! Hubo suerte, mucha suerte, las dos últimas plazas. Ya más tranquilos descansamos un rato, reservamos hotel en Santiago para el día siguiente, ya solo nos quedaba los noventa últimos kilómetros de nuestra aventura y llegaríamos, “por lo civil o por lo criminal”, el día siguiente. Cenamos después de descansar un poco y asearnos en un restaurante muy cuco, con unas vistas preciosas sobre el embalse del Miño en Portomarín, y probamos sendas jarras de sidra de barril, y dando cuenta de la pertinente ración de pulpo.

A la mañana siguiente nos despertamos a las 06:15; y toda la marabunta pateadora en busca de albergue y sellar la Credencial había desaparecido, todavía sin salir el sol apañando las monturas cuando vimos una escena que me recordó a unas de las películas de mi infancia, pues al ver entre la bruma mañanera un reguero de luces por el bosque, parecía aquello la “Santa Compaña”, visto lo visto, decidimos ir un rato por la carretera, hasta Gonzar, y desde allí salvo algún pequeño tramo por la carretera, el resto decidimos ir por el camino, y os puedo asegurar que las alforjas sufrieron y mucho, muchas cuestas, piedras, “corredoiras”, bajadas, peregrinos suicidas, pero precioso. Imaginaos muchos tramos, cubiertos por bosque, un camino que cabíamos los dos en paralelo, una gozada, precioso, pudimos sacar fotos, pero no las -suficientes para describir la sensación de ser comido literalmente por la vegetación. Hubo los mejores momentos beteteros del camino.

Llegada a Melide y correspondiente almuerzo a base de pulpo, el mejor de toda Galicia (dicen), y sendas “sidriñas”. En este pueblo vimos por última vez a “superpapa” que se quedaba allí, y nos alegramos mogollón de que estuviera tan cerca de Santiago. Seguimos con el sube-baja hasta Arzua, y la imagen más vergonzosa del camino, más de cien peregrinos tirados por las aceras, esperando que les den sitio en un albergue. Comimos un par de bocatas (muy buena ración, por cierto) y un par de cafeletes, y a seguir.

Los 15 últimos kilómetros fueron muy confusos y emocionantes, no sabíamos si la cuesta que estábamos subiendo era la última. A la salida de Lavacolla, nos cruzamos con un grupo de sordomudos, y en una pendiente bastante maja, nos animaban con una emoción contenida, al no poder gritar, pero nos vimos empujados hacia arriba. Por fin viéndonos llegando a Monte del Gozo, esprintamos hasta el monumento situado en el alto, y otro grupo de sordo-mudos nos animaba además de otros peregrinos. Llegamos a la vez, yo lance la bici y me senté para ver Santiago al fin con mis propios ojos, entre la emoción y el sudor, note un fuerte abrazo de “Pequeñín” que casi me parte por la mitad. Al fin, no quedaba ninguna cuesta más, Santiago a la vista. Al bajar a sellar la credencial en este sitio, nos enteramos que los sordo-mudos eran de Zaragoza, y eso lo explicaba todo. La entrada en Santiago, fue emocionante, pero por parte de los lugareños, ya acostumbrados a los peregrinos, ni fu ni fa, sosos perdidos. La llegada por el casco antiguo, muy bonita, pasamos por un arco con un gaitero dentro, y justo salir del arco la plaza del Obradoiro, el kilometro cero, la llegada, las promesas de más de diez años cumplidas, sueños cumplidos, gente sentada en el suelo de piedra mirando su objetivo recién cumplido, turistas sacándose fotos, mercaderes del templo, pero del siglo XXI, grupos de escolares, turist-peregrinos, todas esas emociones en una catedral rodeada de musgo verde, parece que vive.

Llegamos a la oficina del peregrino, y milagrosamente no tuvimos que hacer fila, fue entrar y darnos la Compostela. Como el tren no salía hasta las seis de la tarde del día siguiente, nos fuimos al hotel, justo en el mismo centro de la ciudad, nos aseamos, y con las zapatillas con las calas, nos fuimos a cenar una mariscada, que creo que nos la ganamos, sobretodo el bogavante del final, todo ello regado por un buen ribeiro, después fuimos a sentarnos un rato en silencio en la plaza del Obradoiro. A la mañana siguiente bien dormidos y cenados, y milagrosamente con poca espera en las filas, abrazamos al Apóstol, entramos en la cripta, y asistimos al vuelo del botafumeiro, compramos cuatro recuerdos y nos fuimos al hotel a preparar el viaje, compramos papel-film, nos acercamos a la estación en la que el día anterior sacamos los billetes, empaquetamos solo la bici de “Pequeñín”, pues nos enteramos en la estación que en el regional no hacía falta empaquetarla. Ya en Coruña empaquetamos la mía. ¡Ojo al viajar en tren!, preguntar antes de sacar los billetes, y os dirán como embalarlas, para luego tener que sacarte el billete más caro de cabina para dos, meter una bici en la ducha, y la otra en el altillo de los equipajes, las alforjas rodando por el habitáculo, no dijimos nada por si acaso, porque en la estación de Coruña echaron para atrás a un zagal que pretendía llegar a Barcelona con la bici sin empaquetar, y billete de butaca. Conclusión, ojo los viajes con la bici, en España todavía no hay coincidencia de las y los medios de transporte.

Lecciones aprendidas:

  • . Bicicletas + alforjas= Cubierta nueva petada. Más agarre. Ojo los trasportes públicos, preguntar y aseguraros antes. Eliminar todo lo imprescindible, pesa demasiado, y lo que creas “por si acaso”, no lo eches, también pesa ... Si vais en grupo:
  • . Pasar de las pequeñas cosas de cada uno, son muchos días juntos.
  • . El grupo es tan débil como el más débil del grupo (nadie sabe quién puede tener un buen o mal día).
  • . No sabes si es mejor que te lleven o que tires tú. Si haces el Camino, es tuyo, no hagas lo que quieran hacer otros. Sobretodo dignidad, no hacer solo los cien últimos kilómetros y creerte el superperegrino.